Mbappé Rescues Real Madrid in a Wild Night in El Pireo
What a night it turned out to be in El Pireo, a place que se había anunciado como un auténtico “volcán” incluso antes del pitido inicial. Desde el primer segundo, el ambiente en el Georgios Karaiskakis estuvo cargado de electricidad, con un Olympiacos decidido a incomodar a un Real Madrid que llegaba con más dudas que certezas. Y vaya si lo consiguieron en los primeros minutos.
El partido empezó con ritmo frenético. Olympiacos se lanzó arriba sin complejos y, casi de inmediato, llegó el golpe que encendió al estadio. Chiquinho, que sería protagonista tanto por su talento como por su mala fortuna, armó un derechazo seco al minuto 7 tras una jugada al primer toque que dejó a Lunin totalmente vendido. El estadio estalló, y parecía que el Madrid volvía a encontrarse con esa vieja maldición griega que tantas veces lo ha atormentado.
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Pero, como muchas veces ocurre con este equipo, la reacción fue cuestión de segundos. El mazazo fue tomado como un aviso, y lo que siguió fue un tramo de partido dominado casi por completo por Kylian Mbappé. El francés, que había estado algo apagado en los últimos encuentros, se activó como si alguien hubiera pulsado un interruptor invisible. Primero empató tras una contra fulminante, una carrera en la que Vinicius lo habilitó con un pase preciso antes de que Mbappé definiera con total sangre fría.
Y cuando aún se celebraba ese gol, llegó el segundo. Otra vez Mbappé, esta vez conectando un centro perfecto de Arda Güler, que estuvo impecable en la creación. El cabezazo fue tan limpio y potente que ni Tzolakis, que había estado muy seguro, pudo evitar el 1-2. Real Madrid había dado la vuelta al partido en literalmente un minuto, dejando helado al “infierno” que minutos antes ardía.
Mientras todo esto ocurría, otros elementos fueron dando forma al relato: un Bellingham visiblemente molesto en el banquillo, un Camavinga que debió contenerse tras ver una amarilla temprana, un Chiquinho que pasó de héroe a lesionado en cuestión de minutos, y un Lunin que vivía su noche de regreso bajo los palos después de meses sin jugar en Champions.
La primera parte terminó con esa sensación tan típica del Madrid: sufre, se tambalea, pero de alguna forma encuentra el camino. El partido aún prometía más, pero ya quedaba claro que Mbappé había decidido tomar el control de la noche. Y en una fase de grupos donde cada punto es oro, el Madrid necesitaba exactamente eso: un líder que empuje cuando el ambiente aprieta y los fantasmas parecen volver.
Así se escribió la historia de un partido intenso, caótico por momentos, pero emocionante de principio a fin. Una noche más en Europa donde el Real Madrid, incluso en su irregularidad, volvió a mostrar ese ADN competitivo que nunca termina de apagarse.
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